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Tecnología e inequidad durante la crisis sanitaria

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    admin
  • 22 jun 2020
  • 5 Min. de lectura


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A medida que el coronavirus provocó inesperados cambios en el trabajo, la

práctica del distanciamiento social y la necesidad de reunir grandes cantidades de datos, revelaron de igual manera la gran brecha existente entre aquellos “que tienen” y aquellos “que no tienen”.


La tecnología digital ha hecho que el distanciamiento social, durante la crisis sanitaria, fuese más aceptable para distintos grupos de personas. Ha permitido que las familias se queden en casa y puedan ordenar comida en línea, entretenerse mirando la programación de Netflix y realizar videollamadas en Zoom para atender asuntos de trabajo. Pero permanecer en casa durante la pandemia no es posible para todos, y gran parte de las noticias en las últimas semanas y meses se han centrado en el tema de la equidad social. En un artículo reciente, argumentamos que si bien muchos medios de comunicación se han centrado en cómo este tema de equidad refleja la disparidad de ingresos, en la discusión se ha ignorado el papel de la difusión del servicio de Internet de alta velocidad. Demostramos, pues, que los trabajadores de altos ingresos pueden mantener mejor las prácticas de distanciamiento social, cuando tienen acceso a Internet de alta velocidad.


Sin embargo, esto refleja el hecho de que gran parte de la conversación sobre cómo usar la tecnología para mejorar nuestra capacidad y combatir la pandemia, ignoramos las brechas tecnológicas considerables que persisten en las poblaciones. Cuando pensamos en Internet de banda ancha u otras tecnologías importantes, durante esta crisis, no sólo pensamos si hay suficiente infraestructura y difusión, sino que asumimos que todas las personas, pertenecientes a diferentes grupos sociales, tienen el acceso y la manera de pagarlo.

Nunca esto fue tan claro como en la reciente discusión centrada en el uso de teléfonos inteligentes para el rastreo de contactos. La idea detrás de esta tecnología es que el teléfono inteligente de una persona pudiera registrar la proximidad a los teléfonos inteligentes de otras, mediante Bluetooth; en consecuencia, cuando alguien descubra que está infectado con COVID-19, su teléfono pudiera enviar una alerta a cualquier otro teléfono con el que haya estado en contacto recientemente, con el fin de advertir al propietario sobre la posible exposición y promover que aquellos a quienes les llegare la alerta se pusiera en cuarentena.

Gran parte del enfoque político de la conversación de seguimiento de contactos se ha centrado en la privacidad, la vigilancia y el acceso a los datos. Pero pocos han planteado la

cuestión de lo que les sucede a las personas que no tienen acceso a un teléfono inteligente.

Afortunadamente, la encuesta sobre la Comunidad Estadounidense, realizada por la Oficina del Censo de los Estados Unidos, nos brinda datos para comprender más sobre el uso de teléfonos inteligentes, indicándonos en qué grupos de personas se pasaría por alto este tipo de políticas.

Uno de los motivos más abrumadores es la edad. Los datos sobre el uso de teléfonos inteligentes, por grupos de edades, muestran que más de la mitad de las personas de 80 años o más no tienen un teléfono inteligente. (Véase infra: “Distribución de teléfonos inteligentes por edad”). También sabemos que las personas mayores tienen un mayor riesgo de muerte por COVID-19.


DISTRIBUCION DE TELEFONOS INTELIGENTES POR EDAD


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Los datos de la encuesta sobre la Comunidad Estadounidense muestran una disminución significativa en el uso de teléfonos inteligentes por parte de personas mayores de 80 años.

El rastreo de contactos puede servir como una herramienta importante para detectar la posible propagación del virus y prevenir futuras infecciones. Ha tenido éxito en países como Corea del Sur, donde el gobierno combinó el rastreo generalizado con la vigilancia de alta tecnología. Sin embargo, si vamos a confiar en el rastreo de contactos, como un medio para acelerar la recuperación y el retorno a la actividad económica normal en Estados Unidos, esto dejará a la mitad de la población más vulnerable a la enfermedad. Esta debería ser una consideración central para los responsables políticos, que toman decisiones no sólo sobre los métodos de rastreo, sino también sobre cuándo y cómo deben reabrirse las economías.

Una pregunta para las empresas es: ¿qué pueden hacer para ayudar a tratar este problema del acceso a la tecnología y la inequidad social en esta crisis? La primera acción que pueden tomar implica repensar uno de los principios esenciales del marketing: la idea de no ser todo para todos. Las empresas más exitosas tendrán un segmento de consumidores al que nunca llegarán. De hecho, cuando se implementan nuevas tecnologías en el mercado, se les dice a las empresas que deben centrarse en los primeros usuarios.

Existen muy pocos consejos prescriptivos sobre qué hacer con la categoría opuesta de personas a las que se hace referencia peyorativamente como “rezagados tecnológicos”.

Si estamos tratando de implementar tecnologías digitales, como herramientas útiles para combatir la pandemia, ese segmento “rezagado” se vuelve increíblemente importante. Comprender quiénes son y si es probable que sean particularmente vulnerables es aún más importante.

Las empresas que se unen a la lucha contra la pandemia deben comprender que los esfuerzos para conectar a las personas, con tecnologías potencialmente vitales, dependerán de su capacidad para gestionar los efectos en la red. Estos efectos nos muestran que algunos servicios digitales se vuelven más valiosos a medida que más personas los usan. Si usted es la única persona que usa Slack en su lugar de trabajo, por ejemplo, realmente no es tan útil. Por lo general, cuando explotamos los efectos de red para permitir un negocio digital, la atención se centra en obtener la cantidad adecuada de usuarios para atraer a otros solucionando “el problema del huevo y la gallina”.

Sin embargo, el énfasis siempre está en lo “suficiente” y no en la idea de necesitar obtener todos los usuarios posibles, y que esto sea viable de hacer, inclusive, atractivo. Argumentamos que, al considerar soluciones digitales a la pandemia, atraer suficientes usuarios para aprovechar los efectos de la red no será suficiente.

Sí, una aplicación de rastreo de contactos por teléfono funcionará si suficientes personas la adoptan. Y será útil si la mayoría de las personas lo adoptan. Pero es mucho más atractivo como solución de política si todas las personas pudieran adoptarla. De lo contrario, si los datos se desvirtúan ante las poblaciones importantes, darán falsas garantías. Si, como razonablemente ocurre en nuestra investigación, un residente de un asilo de ancianos no tiene un dispositivo móvil, entonces cualquier visitante no será alertado si esa persona se infecta.

Del mismo modo, ese residente del asilo no será alertado si el visitante termina infectado. Esto es preocupante, dado el papel central de la tasa de difusión y mortalidad de la pandemia en los asilos de ancianos en Estados Unidos. Una vez que reconozcamos el problema, será más fácil determinar soluciones. La tecnología celular es relativamente económica y sería fácil de implementar en el entorno de un asilo. La clave es tratar explícitamente las posibles soluciones en cualquier plan.

Los documentos que Google publicó recientemente sobre el rastreo de contactos anónimos utilizando dispositivos móviles promocionan muchos beneficios, incluida la privacidad y el anonimato al no recopilar información personal o datos de ubicación. Google también enfatizó que el tipo de teléfono inteligente no era una preocupación para los esfuerzos de rastreo, ya que podían llevarse a cabo tanto en plataformas Android como iPhone. Sin embargo, Google y otros en la discusión aún tienen que lidiar con las consecuencias para las personas que no tienen acceso a ningún teléfono inteligente.

Argumentamos que este segmento de la sociedad, personas que generalmente son ignoradas y consideradas incapaces o poco dispuestas a adoptar la tecnología digital, ahora están volviéndose especialmente importantes y necesitan ser parte de cualquier plan para usar la tecnología digital, con el fin ayudar a detener la pandemia.


MIT Sloan Management Review México (mayo 2020) por Leslye Chiuo y Catherine Tucker

 
 
 

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